
La cazuela de mariscos en Cartagena: tradición y sabor en Wala
Un plato con sabor a Caribe, historia y mar
Hablar de la cazuela de mariscos en Cartagena es sumergirse en una historia de sabor, tradición y mestizaje. Este plato, tan icónico como el mar que lo inspira, es una verdadera joya de la gastronomía caribeña, donde cada ingrediente parece contar su propio relato. Lo que comenzó como una preparación sencilla de pescadores hoy es una exquisitez presente en las mejores mesas de la ciudad, incluida la del restaurante de Wala Beach Club.
La cazuela de mariscos no nació en una cocina de alta gama. Su origen está ligado a las comunidades afrodescendientes e indígenas que, aprovechando los frutos del mar y la riqueza vegetal del Caribe, cocinaban sopas espesas y caldos en cazuelas de barro. A esos ingredientes autóctonos se sumaron, con la llegada de los españoles, nuevas técnicas y condimentos que dieron forma a lo que hoy conocemos como cazuela: un guiso de mariscos en leche de coco, con toques de ajo, cebolla, pimentón y, en algunas versiones modernas, un leve toque de vino blanco.
Cartagena: el epicentro del mestizaje culinario
Cartagena ha sido históricamente un cruce de caminos: entre África y América, entre Europa y el Caribe. Esa mezcla se refleja en cada rincón de su cocina, y la cazuela de mariscos es su emblema. En el mercado de Bazurto, por ejemplo, aún se pueden encontrar puestos donde las cocineras tradicionales preparan cazuelas como lo hacían sus abuelas, con cangrejo azul, camarones, chipichipi y mejillones recién sacados del mar.
La ciudad amurallada no solo guarda historias coloniales, sino también aromas de azafrán, cilantro y coco. Y es justo esa combinación la que hace que cada cucharada de cazuela evoque un pasado rico en cultura, resistencia y celebración. Comer cazuela en Cartagena es un acto de conexión con su identidad, su mar y su memoria.
La reinterpretación contemporánea de Wala
En Wala Beach Club, ubicado en El Laguito, Bocagrande, la cazuela de mariscos se vive como una experiencia completa. No es solo un plato del menú: es una celebración del Caribe llevada a un nuevo nivel de sofisticación. Bajo la visión del chef Carlos, esta receta tradicional se transforma en una propuesta culinaria moderna que conserva su esencia, pero que se reinventa para conquistar nuevos paladares.
Aquí, los mariscos se seleccionan a diario, garantizando frescura y calidad. La leche de coco se prepara artesanalmente, y los toques secretos del chef elevan la preparación sin perder el alma del plato. Se sirve en porciones generosas, acompañada de arroz con coco y patacones crocantes, y presentada con un cuidado estético que armoniza con el entorno elegante y relajado de Wala.
Disfrutarla frente al mar, con el sonido de las olas y una copa de vino blanco, es darle al paladar un viaje tan profundo como el Caribe que se extiende frente a ti.
Más allá del sabor: el mar como protagonista
La cazuela no sería lo que es sin el mar. La biodiversidad marina del Caribe colombiano —una de las más ricas del mundo— aporta una variedad de especies que hace de este plato algo único. Desde el camarón blanco hasta el calamar, desde el chipichipi hasta el cangrejo, cada ingrediente trae consigo el ADN de los corales, las praderas submarinas y las aguas cálidas donde crecen.
En Wala, esta conexión con el mar se respeta profundamente. La cocina está pensada para exaltar los productos locales, apoyar a los pescadores artesanales y preservar la identidad marina de Cartagena. Y la cazuela es su mejor vocera.
El ritual gastronómico de Wala
Sentarse a la mesa en Wala Beach Club es un ritual. La decoración minimalista caribeña, el ambiente sonoro cuidadosamente curado y la atención cálida convierten la experiencia en algo mucho más sensorial. La cazuela se sirve como plato insignia, pero es el pretexto para quedarse, mirar el atardecer, dejarse llevar por una buena conversación o simplemente cerrar los ojos y saborear.
Muchos visitantes no conocen la historia que hay detrás de este plato cuando lo piden por primera vez. Pero basta con probarlo para sentir que hay algo especial. Una conexión. Una historia que se vuelve propia.
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